Distorsiones cognitivas: cuando nuestra mente nos engaña sin que nos demos cuenta

Las distorsiones cognitivas son formas de pensar erróneas que nos hacen sufrir y ver la realidad de forma negativa. Descubre cómo reconocerlas y trabajarlas desde la terapia cognitivo-conductual (TCC).

Carla Mendoza Molinari

Psicóloga y Psicoterapeuta Cognitivo Conductual y Contextual. Fundadora de tupsicoenlinea.com

Lo que pensamos, lo que sentimos y lo que realmente ocurre

A veces, lo que nos hace sufrir no es tanto lo que pasa, sino cómo interpretamos lo que pasa. Una mirada, un comentario o un error pueden convertirse, dentro de nuestra mente, en algo mucho más grande o doloroso de lo que realmente es. Esto ocurre por las llamadas distorsiones cognitivas, pensamientos automáticos y poco realistas que alteran nuestra percepción de la realidad y nos llevan a conclusiones extremas, injustas o negativas sobre nosotros mismos o los demás. Todos las tenemos. Forman parte del funcionamiento normal de la mente humana. El problema aparece cuando estas distorsiones se vuelven constantes y rígidas, generando ansiedad, culpa, tristeza o conflictos. La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) nos enseña a reconocerlas, cuestionarlas y reemplazarlas por pensamientos más realistas y saludables.

Qué son las distorsiones cognitivas

Las distorsiones cognitivas son errores en la forma de pensar que nos llevan a interpretar los hechos de manera sesgada. No son mentiras conscientes ni intentos de manipulación, sino patrones aprendidos a lo largo de la vida que filtran la información y nos hacen ver las cosas desde una lente distorsionada. Por ejemplo, si alguien no nos devuelve un mensaje, podríamos pensar “ya no le importo” o “debe estar enfadado conmigo”, cuando en realidad puede haber muchas otras explicaciones posibles. El problema no es el pensamiento en sí, sino darle credibilidad absoluta sin cuestionarlo. La mente tiene una tendencia natural a completar los vacíos con suposiciones, y cuando esas suposiciones son negativas, terminamos atrapados en emociones que refuerzan el malestar.

Cómo funcionan dentro de nosotros

Cuando un pensamiento distorsionado aparece, activa una emoción coherente con su contenido: tristeza, culpa, ansiedad o enfado. Esa emoción, a su vez, refuerza la creencia inicial (“si me siento así, debe ser verdad”). Así se forma un círculo que se retroalimenta. La buena noticia es que las distorsiones cognitivas pueden modificarse. No se trata de “pensar positivo”, sino de pensar con mayor claridad y equilibrio. Al identificarlas, ganamos distancia. Y cuando aprendemos a analizarlas, dejamos de reaccionar de forma automática.

Las distorsiones cognitivas más comunes

Aunque existen muchas, hay algunas que aparecen con más frecuencia en consulta. A continuación encontrarás las más habituales, explicadas de manera sencilla y cercana.

1. Pensamiento “todo o nada”:

Ver las cosas en términos absolutos: blanco o negro, éxito o fracaso.

Por ejemplo: “Si no lo hago perfecto, soy un desastre.”

Este tipo de pensamiento elimina los matices y genera exigencia y frustración constantes.

2. Sobre generalización:

A partir de un solo hecho, se saca una conclusión universal.

“Fallé en esta presentación, siempre arruino todo.”

Un solo evento negativo se convierte en una regla para toda la vida.

3. Filtraje o atención selectiva:

Centrarse solo en lo negativo, ignorando lo positivo.

Por ejemplo, recibir varios elogios y una crítica, y quedarse únicamente con la crítica.

Este filtro mental impide ver una imagen completa de la realidad.

4. Lectura de mente:

Asumir que sabemos lo que otros piensan, sin evidencia.

“Seguro piensan que soy aburrida.”

Esta distorsión suele generar ansiedad social y miedo al rechazo.

5. Catastrofismo:

Anticipar el peor resultado posible, aunque sea poco probable.

“Y si sale mal…”, “Seguro algo horrible va a pasar.”

Nos hace vivir en un estado de alerta constante y agota emocionalmente.

6. Personalización:

Atribuirse la responsabilidad de cosas que no dependen de uno.

“Mi hijo está triste, seguro es culpa mía.”

Este tipo de pensamiento incrementa la culpa y la autoexigencia.

7. “Deberías” y “tengo que”:

Imponerse reglas rígidas e inalcanzables.

“Debería estar bien”, “No tendría que sentir esto.”

Estas frases limitan la aceptación emocional y generan frustración.

8. Etiquetación:

Definirse a uno mismo (o a otros) por una conducta o error.

“Soy inútil”, “Es un fracasado.”

Las etiquetas bloquean el cambio y dañan la autoestima.

Cómo la TCC trabaja las distorsiones cognitivas

La Terapia Cognitivo-Conductual enseña a identificar estos patrones mediante el registro de pensamientos automáticos y el análisis de evidencia. El objetivo no es forzar la mente a pensar diferente de inmediato, sino observar con curiosidad cómo interpreta la realidad y qué consecuencias tiene eso en las emociones y conductas. Durante las sesiones, el terapeuta acompaña al paciente a formular pensamientos alternativos más ajustados a los hechos. Por ejemplo, en lugar de pensar “si me equivoco, soy un fracaso”, se puede reestructurar como: “equivocarme no me define, solo significa que estoy aprendiendo.” Este proceso, conocido como reestructuración cognitiva, permite disminuir la intensidad emocional y fomentar una visión más flexible, realista y compasiva.

El papel de la autoconciencia y la práctica

Reconocer las distorsiones no es un ejercicio intelectual, sino una práctica continua de autoconocimiento. La mente tiende a volver a los viejos hábitos de pensamiento, por eso el cambio requiere paciencia, constancia y, sobre todo, amabilidad con uno mismo. Cada vez que detectamos una distorsión y decidimos no creerla del todo, estamos entrenando la mente para funcionar de manera más equilibrada. La terapia ayuda a consolidar este aprendizaje con ejercicios, registros y reflexiones guiadas.

Pensar mejor no es pensar positivo, es pensar con claridad

A veces se confunde la TCC con una forma de “ver todo bonito”, pero no se trata de negar lo que duele. El objetivo es ver la realidad tal como es, no peor de lo que es. Cuando dejamos de exagerar lo negativo, de anticipar desastres o de juzgarnos con dureza, se abre espacio para la calma, la comprensión y el cambio real. Pensar con claridad es una forma de autocuidado. Y como todo proceso terapéutico, comienza con un paso: atreverse a mirar los pensamientos con curiosidad, no con miedo.

Conclusión: aprender a ser observadores de la mente

Todos tenemos pensamientos distorsionados en algún momento.

La diferencia está en cómo respondemos ante ellos.

Cuando aprendemos a reconocerlos, cuestionarlos y transformarlos, ganamos libertad emocional.

La Terapia Cognitivo-Conductual nos ofrece ese camino: entender que no somos lo que pensamos, sino quienes decidimos qué hacer con esos pensamientos.

Observar sin juzgar es el primer paso para pensar con claridad y vivir con más serenidad.

Preguntas Frecuentes

1. ¿Qué son exactamente las distorsiones cognitivas?
Son formas automáticas y poco realistas de interpretar la realidad. No son “errores” intencionales, sino hábitos mentales que nos llevan a ver las cosas de manera exagerada, negativa o injusta con nosotros mismos.

2. ¿Es posible dejar de tener pensamientos distorsionados?
No del todo, porque forman parte del funcionamiento normal de la mente. Lo importante no es eliminarlos, sino aprender a reconocerlos y no creerlos ciegamente. La TCC enseña a observarlos con más claridad y equilibrio.

3. ¿Cómo se trabaja esto en terapia?
Durante las sesiones se identifican los pensamientos automáticos, se analizan con evidencia y se aprenden estrategias para cuestionarlos. Poco a poco, se reemplazan por interpretaciones más realistas y saludables.

4. ¿Cuánto tiempo lleva notar cambios?
Depende de cada persona, pero muchas personas comienzan a notar mejoras en pocas semanas, a medida que aplican las herramientas de la terapia en su vida diaria.

5. ¿La Terapia Cognitivo-Conductual es solo para personas con trastornos mentales?
No. La TCC puede ayudar a cualquier persona que quiera comprender mejor su forma de pensar, manejar sus emociones o mejorar su bienestar general.

6. ¿La terapia me obliga a “pensar positivo”?
No. La TCC no busca negar lo que duele ni imponer optimismo, sino ayudarte a pensar con mayor objetividad y equilibrio. Se trata de ver la realidad tal como es, no peor de lo que es.

7. ¿Puedo trabajar mis distorsiones cognitivas por mi cuenta?
Existen ejercicios y lecturas que pueden ayudarte, pero el acompañamiento de un terapeuta facilita mucho el proceso. En terapia, se aprende a identificar patrones que a veces uno no logra ver solo.

8. ¿Cómo saber si necesito comenzar terapia?
Si notás que tus pensamientos te abruman, te generan ansiedad o tristeza constante, o sentís que estás atrapado en un bucle mental, puede ser un buen momento para buscar acompañamiento profesional.

9. ¿La TCC puede hacerse online?
Sí. La terapia cognitivo-conductual online ha demostrado ser tan efectiva como la presencial, y puede adaptarse fácilmente a tus necesidades y ritmo de vida.

10. ¿Qué puedo esperar del proceso terapéutico?
Un espacio de confianza y colaboración, donde aprenderás herramientas para comprender tu mente, manejar tus emociones y transformar tu forma de pensar desde la claridad y la autocompasión.

Si sientes que tus pensamientos te abruman o que estás atrapado en un ciclo de preocupación o autocrítica, no tienes que enfrentarlo solo. La terapia puede ser un espacio para entender lo que te ocurre, ponerle nombre a lo que sientes y empezar a recuperar el equilibrio paso a paso. Te invito a iniciar tu proceso terapéutico conmigo. Juntos podemos aprender a mirar tus pensamientos con más claridad y compasión, y transformar tu relación contigo mismo.